Documento escrito por ; Oscar Aleuy Rojas ,
El fatal accidente del Ladeco en Emperador Guillermo
Es frecuente que un accidente aéreo sin sobrevivientes marque profundamente a toda una comunidad. El caso del avión Douglas DC-3 CC-CBM de Ladeco de dos motores que se precipitó a tierra chocando contra una ladera del cerro Emperador Guillermo el lunes 8 de abril de 1968 pasadas las dos de la tarde, no es una excepción.
Aquella vez se constituía en el lugar de los hechos el fiscal designado para instruir el sumario de rigor, don Pedro Campos Gardenia, y aunque su llegada causó gran revuelo, igual se llenó el sitio de curiosos, los que provocaron muchas molestias y obstrucción al procedimiento, tanto a la fuerza pública, como al intendente don Gabriel Santelices y al Gobernador Carlos Echeverría.
El avión cumplía el vuelo 213 entre Santiago y Coyhaique y los testigos, todos lugareños, vieron cómo se desprendía el ala y el aparato comenzaba a descender no en spín, pero con mucha velocidad, absolutamente descontrolado y desprendiendo una negra humareda. La aeronave cayó en pleno sector selvático y se arrastró pero sin presencia de fuego, sólo dos o tres detonaciones luego de la caída. Muchos ramajes de árboles penetraron los cuerpos de las víctimas como si fueran lanzas mortíferas.
Murieron 36 personas, tanto por el incendio de la nave como por el impacto. La lista fatídica fue entregada al día siguiente por la compañía aérea. Tripulaban el avión José Valencia Maggi, piloto; Edecio Rivera Lorca, copiloto y Germán Moreno Laulie, sobrecargo. Los pasajeros eran Narciso Alvarez Alvarez de La Serena, los catchers (deportistas de lucha libre) Francisco Javier Gómez Marín, Jaime Véliz Farías, Florencio González Hernández, Eduardo Puente Arias, Renato Briones Pozo, Luis Molina Bañados, Luis Gómez San Martín, Miguel Ramírez Gaete y Mario Ramírez Rivas. También iban Edmundo Valdés Hotting y Gonzalo Bobadilla, funcionarios de Fach; Graciela Cantuarias Bernal, Ruediser Kroper, Claudio Mujica Moreno, el grupo familiar compuesto por Raúl Oyarzún Quintana, su esposa Renata Muñoz de Oyarzún y sus hijos Raúl, Luis, Claudio y Marcelo; Violeta Solís de Fuentes, Francisco Araya, Ruth Cañón, María Villarroel de Arriagada e hijita Florida Arriagada Villarroel; el grupo familiar formado por Nelson Vera, Blanca Bernabé de Vera e hijos Nelson, Verónica y Andrea y Francisco Pérez Vergara, que residía en Coyhaique.
Los cuerpos de los infortunados y lo que quedó de ellos, eran sólo restos sanguinolentos y calcinados la mayoría de los cuales fueron cuidadosamente envueltos en bolsas plásticas, depositados en urnas y velados en el gimnasio chico del Liceo San Felipe Benicio. Don Carlos Echeverría nos mostró aquellas fotos y quedamos verdaderamente impresionados por el arduo trabajo de los efectivos del Cuerpo Militar del Trabajo, que por muchas horas se enfrentaron al horror del rescate e identificación de los cuerpos. Algunos de ellos recuerdan lo de las ramas de árboles incrustadas en los calcinados cuerpos, en la cantidad de desorden del lugar de la tragedia y en el inmenso pasadizo que dejó la nave al avanzar en su caída a través del boscaje, carbonizando todo a su alrededor.
Los cadáveres quedaron diseminados en un radio de seiscientos metros y sus cuerpos, que estaban en sitios muy escarpados, debieron ser bajados a la planicie a lomo de mulas.
Yo me encontraba en Valparaíso junto a mi amigo Paco Franch asistiendo a una clase de Derecho Romano en la Facultad de Leyes, donde entonces estudiábamos. Cuando escuchamos la noticia durante el recreo, creo que nos pusimos a llorar. Ignoro qué será de mi amigo Paco, hijo del recordado hombre de los vinos y licores, Cándido, el vasco de Lérida, que tenía su negocio en Parra con Moraleda.
Uno de los más importantes testigos de la caída del aparato fue el agricultor del sector Noel Flores, quien junto a su familias fue el único que se pudo percatar de que algo anormal le sucedía a la aeronave, dando de inmediato cuenta del hecho a los carabineros de Coyhaique. La causa del accidente se debió al desprendimiento del ala izquierda del avión que se encontraba en pleno vuelo y en el momento del suceso, llovía y estaba cerrado entre Coyhaique y el cerro Emperador Guillermo.
(Aporte O.Aleuy artículo El Divisadero 1989)