Fluminense, campeón de la Libertadores: los motivos que dejaron a Boca con la herida abierta y sin la Séptima
historia y es por eso que es el torneo continental más alucinante del planeta. En el Maracaná de Río de Janeiro el Fluminense venció a Boca en el tiempo suplementario y se consagró campeón de América por primera vez en su historia. El sueño de la Séptima para el Xeneize es una herida que sigue abierta y sangra. Es la tercera vez consecutiva que los de la Ribera caen en la definición, ya había pasado en 2012 y 2018. Deberá aprender de la derrota y volver a intentarlo el año siguiente. En diciembre, los socios irán a las urnas y decidirán allí si revalidan el mandato de Jorge Ameal y Juan Román Riquelme o si prefieren volver a cambiar el rumbo.
Pero no es momento, ahora el árbol está caído y hacer leña de él es una canallada. Boca no fue campeón porque chocó en la final con un gran rival, digno del trofeo, que se lo llevó con total justicia. La cuenta es simple: el Flu venció a todos los rivales que enfrentó en esta Copa y aunque por momentos parece un equipo tibio y sin rumbo, tiene jugadores de calidad y un joven que entró para cambiar la historia: John Kennedy, el del nombre célebre, que ingresó en el complemento para rescatar al Flu del ostracismo al que había caído después del empate de Luis Advíncula y marcó el 2 a 1 final en el primer tiempo suplementario con una volea que se clavó como una daga en el arco de Chiquito Romero. Fluminense es campeón también porque hizo lo que Nacional, Racing y Palmeiras no pudieron: evitar los penales.
El primero de los partidos que se jugó en el Maracaná fue el que empezó a torcer el rumbo para los cariocas. Que Germán Cano iba a meter un gol era algo que ya todo el mundo sabía desde hacía días. El delantero fue el goleador de la Copa (13 gritos) y todo lo que toca se convierte en (gol) oro. Después del golpe, había que esperar cómo iba a reaccionar Boca, que hasta ese momento tenía el partido controlado.
Esa fue la diferencia en el primer tiempo: el control ante el descontrol. La estructura frente al caos. En el primero, Boca dominó el partido cuando había empezado muy nervioso e impreciso. Pero se recompuso y encontró su mejor forma cuando pudo adueñarse de la pelota. No para tenerla demasiado, sino para atacar rápido y directo a un Fluminense que retrocede mal (lento y perezoso), y que se desentiende de las marcas con ingenuidad.
Merentiel aceleró y sacó un derechazo al medio del arco (tenía pase en Cavani) que el arquero Fábio controló sin problemas. Y más tarde, Barco puso una buena pelota entre líneas para el uruguayo, que se fue solo y quiso descargar para la llegada de frente de Merentiel, pero no estuvo fino (la jugada requería precisión quirúrgica) y la chance se disipó.
Fluminense mostraba su desconcierto y no encontraba los caminos en un campo amplio y largo. Para la media hora de juego, Fernando Diniz -el entrenador del Flu y de la Selección brasileña- volvió a poner los dados en el cubilete y tiró sobre la mesa. La suerte, esta vez, estuvo a su favor. Keno, que no había podido con Advíncula, se fue a la derecha. Martinelli se paró de tres. Ganso (intrascendente, hasta que se despierta y se le da en gana jugar) bajó a buscar la pelota como un cinco retrasado. Y Marcelo abandonó el lateral para jugar suelto: se fue contra la derecha y de ahí hacia el medio para conducir al equipo. Caos. Y en el caos, Flu se puso 1 a 0.
Apenas un par de cabezazos habían sido lo más peligroso del conjunto carioca. Pero a los 36 minutos. Keno tiró una pared por derecha, envió el centro atrás y Cano le dio de media vuelta, con su pierna derecha para hacer estallar de alegría a la tribuna sur del Maracaná. ¡Pum!, un golpe a la mandíbula de Boca. Aunque todavía faltaba mucho.
Fue extraño el complemento. Fluminense se quedó sin ideas y Diniz propuso un partido de trincheras: espacios reducidos, juntar pases y tratar de salir rápido al campo abierto que podía dejar Boca a espaldas de sus centrales. Le salió mal. Marcelo y Ganso se apagaron, Boca presionó bien y alto, y recuperó el control del partido. Mucho le debe Almirón a Medina, Pol Fernández y -sobre todo- Equi Fernández. Ellos sostuvieron a Boca en partido, cuando no había ideas, cuando Cavani se acalambró y tiró la toalla, y cuando el Maracaná rugía por un título que siempre se le había negado.
Fue Advíncula con un zurdazo al segundo palo el que aplacó la euforia local (como ante Deportivo Pereira, cuando arrancó toda esta historia). Y el Flu quedó mareado. Lo rescató su entrenador Fernando Diniz: rápido de reflejos, sacó a Marcelo y a Ganso. Y a la cancha saltaron los jóvenes, entre ellos Kennedy, que con su velocidad y atrevimiento revirtió la pulseada en el alargue, después de la irresponsabilidad de Frank Fabra que emparejó en 10 hombres por lado el tramo final..
Pudo ser para Boca -es cierto- si el derechazo de Merentiel a los 43 del segundo tiempo hubiese ido adentro, la historia hubiese sido otra. Pero la realidad es la que es: a los 100 minutos de partido, Kennedy pivoteó, recibió la descarga y sacó un disparo que se incrustó en el corazón de Boca.